jueves, 18 de mayo de 2017

Aún no soy consciente...

Justo hoy hace un mes de la última entrada en el blog.

En este tiempo han pasado muchas cosas, demasidas para enumerarlas, por suerte todas "buenas" y va entre comillas porque aunque han existido momentos muy especiales por los que uno debe sentirse feliz, la nostalgia se ha apoderado del que escribe en más de un momento, haciendo que a ratos no pudiera disfrutar todo lo deseable.

De todas formas no quería hablar de esos momentos o de las buenas noticias que estoy aguantando en publicar (aunque en sea un secreto a voces). Hoy quería hablaros sobre el último día como Residente en mi Centro de Salud (bueno, en realidad sí que voy a hablar de algo de lo que os he comentado, parece que es inevitable).

Llevaba varios días con un humor de perros, pensaba que era por el cansancio acumulado entre reuniones, celebraciones y un doblete con salientes poco aprovechados para el descanso, pero parece ser que como en otras ocasiones, mi mente quería jugarme una mala pasada... comienza el show...

Esta mañana he llegado a La Gangosa, he saludado a Mª Carmen que estaba comenzando a atender a los pacientes que empezaban a hacer cola para realizar trámites o para ver si había números para consulta. También habían comenzado las extracciones, y como siempre, todo estaba a punto y en hora para comenzar tal tarea.

He entrado en la Consulta 2, en la que mi tutor, José Antonio (pronto os hablaré en profundidad de él) y un servidor hemos atendido durante este año a nuestros pacientes, he dejado parte de las cosas con las que venía y me he dirigido a la Consulta 1 para ir encendiendo ordenador e impresora y comenzar a atender a los pacientes que irían llegando en breve. La verdad es que la agenda no estaba hasta arriba, pero poco a poco se ha ido llenando. Justo a las 08:30 he salido a indicar que pasara el primer usuario.

Hasta ahí todo bien, han ido pasando pacientes, cada uno con sus necesidades y problemas hasta que ha entrado una pareja de mediana edad en lo que parecía un trámite más. Cuando parecía que habíamos terminado...

- ¿Cuantos años lleva ya aquí?
+ Pues justo ahora van a hacer 4 años.
- No se si se acordará, pero hace casi 4 años usted salvó la vida a mi marido.
+ ¿Disculpe? (pregunto y después miro a su marido. Me sonaba su cara, no era de nuestro cupo, pero no recordaba nada parecido)
- Sí, en verano del año pasado usted atendió a mi marido en consulta y al escucharle el pecho le mandó una radiografía. Llevaba varios días encontrándose mal pero no le había dado importancia, de hecho veníamos a renovar unas medicinas.
+ Vaya, pues no lo recuerdo, ¿y no volvieron para que viéramos el resultado? (nuestro centro no tiene equipo de Rayos, deben de ir a otro a hacerse este tipo de pruebas).
- Es que directamente nos dijeron que fuéramos al hospital por lo que habían encontrado en la radiografía, y mi marido estuvo 7 días ingresado, se puso muy malo allí.
+ (...) Pues me alegro de que se recuperara, ya saben para cualquier cosa aquí estamos.
- Que le vaya muy bien (me dan ambos la mano y salen por la puerta).

En ese momento no había aún ningún paciente esperando, y menos mal que era así, porque de repente me he venido abajo. No por lo que me han contado (la vivencia que ellos tenían sobre lo sucedido era distinta a la realidad, pero cada uno lo percibe a su manera), si no porque justo en ese momento he sido consciente de que era mi último día allí, y mis ojos han comenzado a humedecerse. Justo en ese momento ha venido Pepi, que tenía un hueco al no haber nadie en el mostrador y quería saludarme, entraba haciendo algún puchero porque sabía que era mi último día, y al verme ha cerrado rápido la puerta, me ha dado un abrazo y me ha dicho que parara porque si no ella se iba a poner a llorar y no era plan con la cantidad de trabajo pendiente. Entraba para decirme que una paciente conocida que he estado atendiendo con frecuencia quería pasar cuando tuviera un hueco para despedirse. Eso no ha ayudado a que me recompusiera, pero he tenido que hacer el esfuerzo.

Tras despedirme y seguir con la consulta, he ido a preguntarle un par de cosas a mi tutor, y por el camino, Matías me ha visto la cara y me ha seguido, hemos entrado los dos juntos y como ha percibido lo que me pasaba, me ha dado un abrazo intentando darme ánimos. Si bien no pasaba nada, creo que comprendía lo que iba a echar de menos lo vivido estos últimos 4 años.

Al volver, veo que entra en la consulta una mujer con sus dos hijos, al mirarla de entrada no la he reconocido, hasta que ha comenzado a llorar. Es cuando he sido consciente de quien era. La hija de una paciente a la que había estado siguiendo y a la que cité en alguna entrada de Mi Mes de Responsabilidad, ella no es de nuestro cupo, pero cuando ha pedido número y le han dicho que estaba yo, ha querido venir a hablar conmigo. Su madre había fallecido este lunes. Me he levantado, le he dado un abrazo y le he pedido que se sentara, que no teníamos ninguna prisa. Sin entrar en detalles innecesarios hemos vuelto a hablar del plan que teníamos cuando esto sucediera, ya que vive una situación difícil y había muchas posibilidades de que tuviera un duelo patológico. Después de ponerle en contacto con Marga (qué apañada es, madre mía) y explicarle qué íbamos a hacer, me he despedido, intentando no emocionarme.

He acabado la consulta y me he ido a desayunar como siempre con Raquel y Carmen. Esta vez hemos ido a otra cafetería, porque quería encargar una tortilla, ya que tenía intención de que cuando acabáramos de trabajar, nos tomáramos algo en nuestra sala de reuniones como pequeña despedida. Hemos estado hablando un rato de nuestras cosas, de cómo me sentía (Raquel, como siempre, intentando que viera lo positivo de la situación, que era mucho, pero yo soy muy cabezón) sin entretenernos mucho porque teníamos que volver a trabajar.

Al regresar al Centro de Salud, me han dicho que Belén había venido a pasar el segundo tramo de la mañana de la consulta, he entrado a saludarla, he hablado un poco con ella y le he dicho que después no se fuera, que nos íbamos a tomar algo.

El resto de la mañana la he pasado con mi tutor, viendo a los pacientes que quedaban y hablando sobre el futuro, mis inquietudes y algún caso interesante para saber su opinión.

Al acabar nuestras tareas y acercarse la hora del final, hemos preparado los tentempiés y hemos echado unas risas, porque a pesar de todo lo que sentía, predominaba la gran alegría por la fortuna que he tenido al disfrutar estos años con ellos. Aún no soy consciente en realidad de lo mucho que los voy a echar de menos.

¡Pero aunque deje de trabajar allí, no se van a librar de mí! ¡Volveré! ¡Y más de una vez! ¡Y más de dos!

Pronto novedades sobre mi futuro... quizás mañana... si, creo que mañana será el día indicado al obtener el último papel que me falta.

Un abrazo. Nos leemos pronto.

P.D.: Aquí no estamos todos, pero sí los que hoy nos hemos juntado. Se echará de menos tanto a los presentes como a los no presentes.



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