viernes, 11 de septiembre de 2020

COVacacIDones, capítulo 8: El de que hay que tener suerte para ser afortunado

Buenas tardes.

¿Qué tal estáis? Yo sigo sin poder quejarme (aunque a lo mejor no lo he repetido tantas veces en las últimas entradas como las he pensado). No lo digo por estar de “COVacacIDones”, que viendo el percal no sería poco para estarlo, lo digo por mi vida en general. Creo que no tengo derecho a quejarme. Y lo mismo pienso de personas que se encuentren en mi misma situación (lógicamente, con matices. No todo es el día a día, quien más y quien menos tiene sus cargas).

Que exprese esto siempre es buena señal. Es la realidad, pero a veces por el momento que viva no me paro a reflexionar sobre ello detenidamente. Por lo tanto, si lo hago es porque todo, a priori, va viento en popa.



Si os soy sincero, cada vez que llego a este punto, pienso en parte que no me lo merezco y por otro lado que he tenido mucha suerte en momentos determinantes. Y cuando hablo de suerte no me refiero a que me preguntaran el tema estudiado en un examen. Hablo de estar acompañado, asesorado o ayudado por la persona adecuada. Y eso no tiene precio. Más aún con lo “sieso” que soy, que debería haber potenciado más bien lo contrario.

Para finalizar por hoy y enlazándolo con el inicio de la entrada, ahora mismo estoy disfrutando de Granada, con una compañía difícilmente mejorable (detalle importante que explica por qué estoy disfrutando más) y aprovechando para visitar sitios que no había conocido a pesar de mis numerosas visitas a esta ciudad. Y esta noche de forma inesperada, concierto de Amaral (demasiado tiempo sin verlos en directo), que viene de la mano de más buena compañía.

Hasta mañana oportunistas.

2 comentarios:

  1. Claro que se puede mejorar....con una mano lo mejoro

    ResponderEliminar
  2. Querido Javi. Tú presencia siempre hace mejor cualquier momento :P. Un abrazo enorme (sin apretar mucho)

    ResponderEliminar